Acabado por su hijo
Las figuras principales representan a Cervantes, sentado bajo un pedestal, con las estatuas en bronce de Don Quijote montando a Rocinante y Sancho Panza sobre su burro, estando coronado el conjunto con globo terráqueo y los cinco continentes, alegoría de la difusión de la lengua española por todo el mundo. Entre otras esculturas se encuentran la Realidad y la Ficción. En la parte trasera del monumento se representa a Isabel de Portugal y la fuente se desliza por los escudos de todos los países donde se utiliza la lengua de Cervantes. Se representa también a un indio en la tradición de Alonso de Ercilla y su La Araucana y a Perseo, que representaría la lírica clásica. El conjunto supone la consagración definitiva del reconocido maestro escultor, aunque tardaría años en ser rematado con las esculturas de su propio hijo, Federico Coullat, que añadirá las figuras de Dulcinea y Aldonza Lorenzo y los grupos de Rinconete y Cortadillo y de La Gitanilla en los que incluso figurarían como modelos los nietos de escultor de Marchena.
Pasarían las exposiciones de Barcelona y de Sevilla, la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía de Alfonso XIII. Llegada la II República, Lorenzo Coullaut-Valera fallece en Madrid el 21 de agosto de 1932. Tenía 56 años. Queda su obra y la continuidad de un taller familiar que seguirá su estela: la de un artista que ha sabido llevar a la escultura los mejores valores de la literatura y de la historia.
“Tengo una constante preocupación en mi obra. La escultura es forma, sí, pero con alma que exprese lo que se debe expresar”. Una frase que define a un escultor, a un artista con alma: Lorenzo Coullaut-Valera.