Un recorrido por Andalucía
Seguimos con las huellas de Coullaut-Valera en las ciudades andaluzas que tienen la fortuna de contar con obra suya. Empieza este recorrido en Linares, pueblo que le dio nombre al marquesado con el que el rey Amadeo I de Saboya quiso recompensar la labor de José María de Murga y Reolid, primer Marqués de Linares. Un millón de pesetas de la época puso encima de la mesa el señor de Murga para la construcción del hospital una vez muerto. Allí, se situarían los sepulcros de quienes se fueron de este mundo sin dejar descendencia alguna: Los Marqueses de Linares. Inspirado por el Renacimiento italiano, los cuerpos duermen mientras esperan el momento anunciado de la resurrección.
Don Pedro Domecq y Nuñez de Villavicencio fue, nada más y nada menos, que el primer Marqués de Casa Domecq. Vivió y murió en Jerez de la Frontera, con lo que se ganó la admiración y el respeto de los suyos. Ya habían nombrado una avenida con el título que ostentaba, y precisamente allí se levantaría el monumento destinado a perpetuar su memoria. Sentado y reposando en un sillón, la vista siempre en el horizonte, y los dos grupos escultóricos dedicados a la Enseñanza y la Caridad.
Se inauguró el 25 de abril de 1926 después que el ayuntamiento aprobara la construcción del monumento el 29 de octubre del año anterior. José Cruz Conde, todopoderoso como alcalde antes de coger las riendas de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, dio la orden de ejecutarlo. Y a buena fe que lo consiguió. El lugar elegido para el tributo de la ciudad cordobesa a su obispo Osio era la plaza de las Tendillas. Así se celebraría el XVI Concilio de Nicea, al frente del cual se hallaba el obispo de la ciudad andaluza.
A veinte kilómetros de la ciudad de Córdoba, y en las primeras estribaciones de Sierra Morena. En pleno santuario de las Ermitas se levanta el lugar el elegido para el monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Una comisión formada por damas de la sociedad cordobesa había solicitado la plaza de las Tendillas como lugar ideal para el monumento. Pero en aquellos tiempos la ciudad estaba envuelta en el monumento al obispo Osio. Así, se levantó el 24 de octubre de 1929, día muy ligado a la ciudad por celebrarse la festividad de San Rafael. Es apabullador verlo de cerca…